Sistema
de partidos
En los años setenta aparece una tipología politocológica de
sistemas de partido. Esta tipología es hecha por Sartori quien hace una distinción
entre sistemas electorales fuertes (los
plurality systems) y sistemas electorales
débiles (los distintos tipos de representación proporcional) y entre sistemas partidistas fuertes y consolidados
y sistemas partidistas débiles o no
estructurados. Sartori sostiene que, en el caso de encuentro de un sistema
electoral fuerte y un sistema de partidos consolidado, el sistema electoral
provocará una reducción del número de los partidos (como sucede en Inglaterra);
en el caso de encuentro de un sistema partidista no estructurado se tendrá el
mantenimiento del status quo (Europa
continental antes de 1914); la representación proporcional será contrabalaceada
en sus efectos por la presencia de un sistema partidista fuerte (Austria de
1945), mientras que se limitará a “fotografiar” la situación en caso de
encuentro con un sistema partidista débil. Por lo tanto, el supuesto y tan
deseado efecto multiplicador de la representación proporcional adviene sólo en
aquellos casos en los que los partidos hayan estado “reducidos” o comprimidos
por el anterior sistema electoral.
En la clasificación de los sistemas de partido se pueden
considerar los siguientes:
a)
Sistema
monopartidista o de partido único
Huntington observa que un sistema de
partido único es el producto de las tentativas de una elite política por
organizar y legitimar el dominio de una fuerza social sobre otra en una
sociedad bifurcada. Esta bifurcación de la sociedad puede tener bases sociales,
económicas, raciales, religiosas o étnicas. Normalmente es el grupo más moderno
de la sociedad y el dotado de las mejores capacidades organizativas el que da
vida al partido único.
De acuerdo con lo anterior, los sistemas con partido único
se puede dividir en dos tipos: exclusivistas y revolucionarios, según se
intente mantener las fisuras en la sociedad, conservar el monopolio del poder y
restringir permanentemente la participación política, o bien se intente
recomponer la sociedad sobre bases distintas después de haber destruido o
asimilado a los grupos sociales derrotados.
Pero en la clasificación de Huntington se manifiesta una
heterogeneidad de los partidos que son asignados a dichas categorías y según Bobbio,
Huntington no innova sustancialmente sobre la tradicional bipartición de los
sistemas con partido único entre sistemas autoritarios y sistemas totalitarios.
Sin embargo, Giovanni Sartori manifiesta que el criterio numérico mantiene
todavía su validez, sobre todo si es afianzado con otros criterios. “Es así
posible distinguir entre sistemas con partido
único totalitario o autoritario y
pragmático según la ideología y el grado de monopolio político y de control
sobre la sociedad que ellos ejerciten y sistema
con partido hegemónico en el que siempre un solo partido puede vencer en
las elecciones pero está permitido a otros partidos adquirir una representación
parlamentaria y alguna influencia administrativa y, por tanto, gubernativa
(Polonia, acaso Checoslovaquia). También los sistemas con partido hegemónico
ideológico, hegemónico autoritario y hegemónico pragmático. En este punto se
tira la línea que separa los sistemas partidistas no competitivos de los
sistemas partidistas competitivos”.
Siguiendo con la clasificación de Sartori se hace referencia a los
sistemas con partidos predominantes, sistemas multipartidarios en que a lo
largo de un tiempo bastante prolongado un solo partido conquista un número de
bancas suficientes para gobernar por sí solo. Ejemplos, del Partido
Socialdemócrata de Noruega hasta 1965, el Partido del Congreso de la India, del
Partido Liberal-Democrático del Japón,
etc.
Ahora bien, buscando una respuesta acerca de las
transformaciones de los sistemas monopartidistas, Huntington nos explica que
están marcados no sólo por el modificado equilibrio entre los grupos en el
interior del partido único, sino también, y acaso más, por la modificada
relación de fuerzas entre el partido y las otras instituciones y grupos
presentes en la sociedad. Si el contexto internacional es favorable, el partido
único exclusivista puede tratar de prolongar su control de poder aflojando el
ritmo de los cambios económico-sociales, haciendo amplio uso de la presión o
tratando de adaptarse a la modernización y a sus consecuencias. Pero también,
con el tiempo, el partido único exclusivista puede también ser obligado a ceder
el poder, como sucedió al Partido Republicano turco.
Asimismo, si un partido revolucionario logra alcanzar su
objetivo (la bifurcación de la sociedad), lejos de perder el poder se
transforma en sistema partidista consolidado (established) y su estabilidad
será medida sobre la base del modo y del grado en que se demuestre capaz de
absorber la oposición y de transformar a los disidentes en participantes.
Un sistema con partido único totalitario será tanto más
relevante en la medida en que controle completamente, por ejemplo, la función
de reclutamiento, la función de socialización y la función de la formación de
las normas.Además
puede ser necesario para utilizar toda la energía de una sociedad en la primera
fase de su desarrollo, sin embargo, de la misma manera puede transformarse en
una capa para una sociedad ya diferenciada y compuesta por numerosos grupos
sociales.
Pasquino por su parte advierte que
entre los parámetros que se encuentran en los sistemas de partidos está el
grado de homogeneidad o heterogeneidad: cuanto más heterogéneos son los
partidos tanto menos integrado el sistema y cuanto mayor sean las tensiones
tanto más probable será un mal funcionamiento del sistema en el sentido de
expresar un gobierno responsable y una oposición equilibrada y creíble.
b) Sistemas bipartidistas
Son todos aquellos en los cuales, independientemente del
número de partidos, sólo dos tienen la legítima expectativa de gobernar por sí
solos, sin necesidad de recurrir a otros partidos (ejemplo, Estados Unidos,
Nueva Zelandia, etc.). Pero se debe aclarar que no todos son bipartidistas
auque cuenten con dos partidos, y no sólo los sistemas bipartidistas cuentan
con dos partidos (en Inglaterra, por ejemplo, tienen una representación
parlamentaria tres partidos).
En los sistemas bipartidistas la norma es que los partidos
tiendan a parecerse en la medida en que la competencia política está orientada
hacia el centro de la palestra política, donde se encuentran los electores
indecisos.
Las críticas que comúnmente
se les hace a los sistemas bipartidistas son: 1) tienden a presentar al
electorado un ámbito de elección muy restringido; 2) cuando los partidos son
<<indisciplinados>>, como los partidos norteamericanos, es difícil
atribuir una responsabilidad política precisa; 3) son parcialmente receptivos
pero no innovativos, y así sucesivamente.
Quienes son partidarios del bipartidismo replican, sin
embargo, que en estos sistemas es posible un más frecuente recambio de la clase
política, que se puede separar claramente al gobierno y a la oposición y,
además, que es fácil atribuir las responsabilidades políticas individuales. Un
sistema bipartidista funciona bien si se encuentra en una sociedad en la que
existe un consenso de fondo (o contribuye a crearlo), pero puede provocar
fuertes tensiones y fisuras profundas e inconciliables en una sociedad en la
que no haya sido logrado un acuerdo respecto de las reglas del juego.
c) Sistemas
multipartidarios o pluripartidistas
Entre las características que se encuentran en un sistema
plural de partidos están las siguientes:
1)
La
competitividad (y esta se da cuando existe un sistema
plural de partidos).
2)
Hay
procedimientos electivos (cuando un sistema de partidos
legitima una elección por medio de votaciones).
3) Existe una asamblea legislativa
4) Existe un ejecutivo
5) Órganos autónomos que
dan fe a la legalidad del registro de nuevos partidos políticos.
6) Limitada fragmentación
(de tres a cinco partidos).
I) Hay
una competencia centrípeta
II) Media
cierta distancia ideológica entre los distintos partidos (multipartidismo limitado y moderado).
7) Elevada fragmentación
(con más de cinco partidos)
I)
Presentan una competencia centrífuga
con la máxima distancia ideológica (multipartidismo extremo y polarizado).
d) Sistema de partido hegemónico
Este sistema no es competitivo pues, se impide una competencia
oficial por el poder, jurídicamente o de facto. Aunque se permite o autoriza la
existencia de más de un partido político, estos son partidos de segunda, pues
no se les permite competir con el partido hegemónico en términos antagónicos y
en pie de igualdad. Así, no sólo la alternancia no se produce de hecho, sino
que ella simplemente no puede ocurrir. En estos sistemas ni siquiera se
contempla la posibilidad de una rotación en el poder.
Esto implica que el partido hegemónico seguirá en el poder tanto
si le apoya o no le apoya su población. Cualquiera que sea su política, no se
puede poner en tela de juicio la dominación que ejerce el partido gobernante.
Si las comunidades políticas unipartidistas se pueden dividir en tres subtipos,
las comunidades políticas hegemónicas también exhiben diferentes capacidades
extractivas y represivas y se pueden especificar en el mismo sentido.
Evidentemente no se puede dar un partido hegemónico totalitario, pero si puede
haber un tipo más o menos autoritario de partido hegemónico.
Esta
información la podrás encontrar en Morales Lara Bernardo. Tesis: La relación
institucional entre el Ejecutivo Federal y la Jefatura de Gobierno del Distrito
Federal de 1996 a 2003. México, FES Acatlán, UNAM, 2006.
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