Sistemas de partidos

Sistema de partidos[1]

 

En los años setenta aparece una tipología politocológica de sistemas de partido. Esta tipología es hecha por Sartori[2] quien hace una distinción entre sistemas electorales fuertes (los plurality systems) y sistemas electorales débiles (los distintos tipos de representación proporcional) y entre sistemas partidistas fuertes y consolidados y sistemas partidistas débiles o no estructurados. Sartori sostiene que, en el caso de encuentro de un sistema electoral fuerte y un sistema de partidos consolidado, el sistema electoral provocará una reducción del número de los partidos (como sucede en Inglaterra); en el caso de encuentro de un sistema partidista no estructurado se tendrá el mantenimiento del status quo (Europa continental antes de 1914); la representación proporcional será contrabalaceada en sus efectos por la presencia de un sistema partidista fuerte (Austria de 1945), mientras que se limitará a “fotografiar” la situación en caso de encuentro con un sistema partidista débil. Por lo tanto, el supuesto y tan deseado efecto multiplicador de la representación proporcional adviene sólo en aquellos casos en los que los partidos hayan estado “reducidos” o comprimidos por el anterior sistema electoral.

 

En la clasificación de los sistemas de partido se pueden considerar los siguientes:

 

a)    Sistema monopartidista o de partido único[3]

Huntington[4] observa que un sistema de partido único es el producto de las tentativas de una elite política por organizar y legitimar el dominio de una fuerza social sobre otra en una sociedad bifurcada. Esta bifurcación de la sociedad puede tener bases sociales, económicas, raciales, religiosas o étnicas. Normalmente es el grupo más moderno de la sociedad y el dotado de las mejores capacidades organizativas el que da vida al partido único.

 De acuerdo con lo anterior, los sistemas con partido único se puede dividir en dos tipos: exclusivistas y revolucionarios, según se intente mantener las fisuras en la sociedad, conservar el monopolio del poder y restringir permanentemente la participación política, o bien se intente recomponer la sociedad sobre bases distintas después de haber destruido o asimilado a los grupos sociales derrotados.[5]

 Pero en la clasificación de Huntington se manifiesta una heterogeneidad de los partidos que son asignados a dichas categorías y según Bobbio, Huntington no innova sustancialmente sobre la tradicional bipartición de los sistemas con partido único entre sistemas autoritarios y sistemas totalitarios. Sin embargo, Giovanni Sartori manifiesta que el criterio numérico mantiene todavía su validez, sobre todo si es afianzado con otros criterios. “Es así posible distinguir entre sistemas con partido único totalitario o autoritario y pragmático según la ideología y el grado de monopolio político y de control sobre la sociedad que ellos ejerciten y sistema con partido hegemónico en el que siempre un solo partido puede vencer en las elecciones pero está permitido a otros partidos adquirir una representación parlamentaria y alguna influencia administrativa y, por tanto, gubernativa (Polonia, acaso Checoslovaquia). También los sistemas con partido hegemónico ideológico, hegemónico autoritario y hegemónico pragmático. En este punto se tira la línea que separa los sistemas partidistas no competitivos de los sistemas partidistas competitivos”.[6]

 Siguiendo con la clasificación de Sartori[7] se hace referencia a los sistemas con partidos predominantes, sistemas multipartidarios en que a lo largo de un tiempo bastante prolongado un solo partido conquista un número de bancas suficientes para gobernar por sí solo. Ejemplos, del Partido Socialdemócrata de Noruega hasta 1965, el Partido del Congreso de la India, del Partido Liberal-Democrático del  Japón, etc.

 Ahora bien, buscando una respuesta acerca de las transformaciones de los sistemas monopartidistas, Huntington nos explica que están marcados no sólo por el modificado equilibrio entre los grupos en el interior del partido único, sino también, y acaso más, por la modificada relación de fuerzas entre el partido y las otras instituciones y grupos presentes en la sociedad. Si el contexto internacional es favorable, el partido único exclusivista puede tratar de prolongar su control de poder aflojando el ritmo de los cambios económico-sociales, haciendo amplio uso de la presión o tratando de adaptarse a la modernización y a sus consecuencias. Pero también, con el tiempo, el partido único exclusivista puede también ser obligado a ceder el poder, como sucedió al Partido Republicano turco.

 Asimismo, si un partido revolucionario logra alcanzar su objetivo (la bifurcación de la sociedad), lejos de perder el poder se transforma en sistema partidista consolidado (established) y su estabilidad será medida sobre la base del modo y del grado en que se demuestre capaz de absorber la oposición y de transformar a los disidentes en participantes.

       Un sistema con partido único totalitario será tanto más relevante en la medida en que controle completamente, por ejemplo, la función de reclutamiento, la función de socialización y la función de la formación de las normas.[8]Además puede ser necesario para utilizar toda la energía de una sociedad en la primera fase de su desarrollo, sin embargo, de la misma manera puede transformarse en una capa para una sociedad ya diferenciada y compuesta por numerosos grupos sociales.

 Pasquino[9] por su parte advierte que entre los parámetros que se encuentran en los sistemas de partidos está el grado de homogeneidad o heterogeneidad: cuanto más heterogéneos son los partidos tanto menos integrado el sistema y cuanto mayor sean las tensiones tanto más probable será un mal funcionamiento del sistema en el sentido de expresar un gobierno responsable y una oposición equilibrada y creíble.

 

b) Sistemas bipartidistas

Son todos aquellos en los cuales, independientemente del número de partidos, sólo dos tienen la legítima expectativa de gobernar por sí solos, sin necesidad de recurrir a otros partidos (ejemplo, Estados Unidos, Nueva Zelandia, etc.). Pero se debe aclarar que no todos son bipartidistas auque cuenten con dos partidos, y no sólo los sistemas bipartidistas cuentan con dos partidos (en Inglaterra, por ejemplo, tienen una representación parlamentaria tres partidos).

      En los sistemas bipartidistas la norma es que los partidos tiendan a parecerse en la medida en que la competencia política está orientada hacia el centro de la palestra política, donde se encuentran los electores indecisos.

 Las críticas que comúnmente  se les hace a los sistemas bipartidistas son: 1) tienden a presentar al electorado un ámbito de elección muy restringido; 2) cuando los partidos son <<indisciplinados>>, como los partidos norteamericanos, es difícil atribuir una responsabilidad política precisa; 3) son parcialmente receptivos pero no innovativos, y así sucesivamente.

 Quienes son partidarios del bipartidismo replican, sin embargo, que en estos sistemas es posible un más frecuente recambio de la clase política, que se puede separar claramente al gobierno y a la oposición y, además, que es fácil atribuir las responsabilidades políticas individuales. Un sistema bipartidista funciona bien si se encuentra en una sociedad en la que existe un consenso de fondo (o contribuye a crearlo), pero puede provocar fuertes tensiones y fisuras profundas e inconciliables en una sociedad en la que no haya sido logrado un acuerdo respecto de las reglas del juego.


c)  Sistemas multipartidarios o pluripartidistas

 Entre las características que se encuentran en un sistema plural de partidos están las siguientes:

1)     La competitividad (y esta se da cuando existe un sistema plural de partidos).

2)     Hay procedimientos electivos (cuando un sistema de partidos legitima una elección por medio de votaciones).

3)     Existe una asamblea legislativa

4)     Existe un ejecutivo

5)     Órganos autónomos que dan fe a la legalidad del registro de nuevos partidos políticos.

6)     Limitada fragmentación (de tres a cinco partidos).

I)      Hay una competencia centrípeta

II)    Media cierta distancia ideológica entre los distintos partidos   (multipartidismo limitado y moderado).

7)     Elevada fragmentación (con más de cinco partidos)

I)      Presentan una competencia centrífuga con la máxima distancia ideológica (multipartidismo extremo y polarizado).

 

 d)     Sistema de partido hegemónico[10]

Este sistema no es competitivo pues, se impide una competencia oficial por el poder, jurídicamente o de facto. Aunque se permite o autoriza la existencia de más de un partido político, estos son partidos de segunda, pues no se les permite competir con el partido hegemónico en términos antagónicos y en pie de igualdad. Así, no sólo la alternancia no se produce de hecho, sino que ella simplemente no puede ocurrir. En estos sistemas ni siquiera se contempla la posibilidad de una rotación en el poder.

 Esto implica que el partido hegemónico seguirá en el poder tanto si le apoya o no le apoya su población. Cualquiera que sea su política, no se puede poner en tela de juicio la dominación que ejerce el partido gobernante. Si las comunidades políticas unipartidistas se pueden dividir en tres subtipos, las comunidades políticas hegemónicas también exhiben diferentes capacidades extractivas y represivas y se pueden especificar en el mismo sentido. Evidentemente no se puede dar un partido hegemónico totalitario, pero si puede haber un tipo más o menos autoritario de partido hegemónico.



[1] Esta información la podrás encontrar en Morales Lara Bernardo. Tesis: La relación institucional entre el Ejecutivo Federal y la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal de 1996 a 2003. México, FES Acatlán, UNAM, 2006.

[2] BOBBIO, Norberto, et al. Diccionario de política. México, Ed. Siglo XXI Editores, vol. 1, 1987, p. 1471.

[3]Ibidem, pp. 1472 y 1475.

[4]Ibidem, pp. 1472-1473.

[5] Ibidem, p. 1472.

[6] Ibidem, p. 1473.

[7]Ibidem, pp.1473-1475.

[8] Ibidem, pp. 1474-1475.

[9]Ibidem , p. 1474.

[10] SARTORI, Giovanni. Partidos y sistemas de partidos. Vol. I. Madrid, Ed. Alianza, 1980, pp. 277-289.


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